HISTORIA

Allí realicé mis prácticas de diseño gráfico y, paralelamente, comencé a trabajar en un bar. Fue en ese momento donde sentí conexión con las mezclas líquidas, las de las bebidas y donde conocí a una persona de la cocina del bar: Machi, una abuela de la familia mapuche a quien llamaban “Ñaña”. Ella me invitó a su casa y me presentó a su comunidad. Comencé a relacionarme con señoras de campo, personas que estaban de paso y todos tenían algo en común: amor por la tierra y los ancestros. Eso me llevó a compartir sus tradiciones, costumbres e historias a tal punto que empecé a conectarme y a sentirme parte de la naturaleza. Ese lugar fue mi hogar por tres años y fue allí donde tuve el mayor de mis aprendizajes:

1 año de observar
1 año de aprender
1 año de compartir

Cuando empecé a conectar con la tierra, la abuela “Ñaña” vió que yo tenía potencial con las plantas y me di cuenta de que lo mío era a través de la mezcla de sabores, de los líquidos, para transmitir emociones y el conocimiento de la medicina que fue entregado a través de una generación ancestral de boca en boca.

Al principio fui autodidacta y, en cuanto pude, empecé a leer y a estudiar en un marco más formal. Me interioricé en espagiria, herbolaria, botánica, alquimia, fitoterapia, mixología molecular, botánica de bar, entre otros saberes, en este camino del eterno aprendizaje.

Eso me motivó a buscar nuevas formas de compartir y sanar a través de las plantas pero, sobre todo, a rescatar la medicina ancestral para comunicarla, transmitirla.

Actualmente vivo en Barcelona, trabajando con un gran equipo y ofreciendo mis productos de boticario, barra itinerante y talleres. El próximo paso: el Bar Botánico Ancestral, un proyecto que lleva muchos años creciendo en mí, un espacio diverso para entregar lo que tengo para ofrecer.